El misterio del diamante

8 de mayo.- Cuando le dije a mi profesor de periodismo que tras meditarlo largo tiempo tomé la decisión de hacer mi tesis profesional sobre una droga, interrumpió la corrección de los últimos exámenes, se acomodó sus gafas y me miró con extrañeza.  
–¿Por qué sobre las drogas? –me dijo –¿No te parece que es un tema muy cliché? Esto no es una exposición para una clase de bachillerato, es tu tesis. Es tu primera carta de recomendación como profesionista. Me sorprendes.
Lo corregí. Mi investigación no será sobre las drogas en general, sino sobre una en particular. Una de la que muy poca gente sabe al respecto y en torno a la cual se cuentan historias fantásticas. Lo que sé hasta hoy, lo he aprendido por rumores que circulan en foros de la Deep Web.
–Ya te he dicho que no entres ahí, puede ser peligroso –me dijo –Pero bueno, dime qué droga es esa de la que hablas y que tan fascinado te tiene.
–Le llaman de muchas maneras, pero la más común es diamante; tiene muchas propiedades interesantes, imposibles de creer, pero la más fantástica de todas es que jamás se acaba. Quien adquiere un diamante, no tiene que volver a comprar otro.

En el rostro de mi profesor se formó una expresión de suspicacia, como si creyese que le tomaba el pelo o simplemente no acabara de gustarle la idea.
–Como le digo –señalé– la información que hoy poseo no son más que rumores, pero incluso me parece interesante desde ese ángulo. Analizarlo como un mito o leyenda que circula por internet. Sospecho que se volverá viral en los próximos meses. Y quién sabe, tal vez descubra que algo tiene de cierto después de todo.  
–Siempre has demostrado tener olfato para la noticia. Te lo he dicho muchas veces, no tengo duda que serás un buen periodista. Así que confío ciegamente en tus decisiones. Sólo toma un consejo: no corras riesgos innecesarios. Si detrás del mito hay una droga real, puede volverse peligroso indagar demasiado. Lleva la investigación hasta donde la prudencia lo permita.
El profesor me aconsejó también llevar una bitácora de la investigación (ésta que escribo ahora), que será la base sobre la cual redactaré mi tesis una vez concluya.
Comenzaré con decir todo lo que hasta hoy sé sobre el diamante, que no es mucho. Recibe este nombre porque se trata de una pequeña roca cristalina muy parecida al valioso mineral. Tiene la forma de una gota y su tamaño no es muy preciso; algunos dicen que mide alrededor de cuatro centímetros de largo por dos de diámetro en su parte más ancha. Todo esto lo sé por descripciones, nunca he visto una imagen. Tampoco he encontrado relatos de primera mano, sólo historias que le ocurrieron al amigo de un amigo, y siempre transcripciones al inglés de otros idiomas.
Sobre sus efectos llama la atención que existen muchas contradicciones, pues algunas versiones sugieren que se trata de un alucinógeno, pero hay otros que lo describen como un poderoso estimulante. Incluso a veces parecieran referirse más bien a un depresor. Clasificar a diamante será sin duda la primera fase de mi investigación.
Otro aspecto interesante es la manera en que se consume. Aparentemente todo lo que debes hacer para gozar de sus efectos (los que estos sean) es introducirlo en la boca y chuparlo como si fuera un dulce. Sin embargo, lo más intrigante de todo, su cualidad más destacable, lo que me ha motivado a indagar al respeto en primer lugar, es su presunta perpetuidad. La droga que nunca se acaba. ¡Vaya! Eso sí sería de otro mundo.  
La pregunta obvia es: ¿Es esto posible? ¿Puede existir una droga así en la vida real? La lógica dice que no. Pero dejando de lado las leyes de la física, dejando de lado el sentido común, aún en el hipotético caso que fuera cierto, ¿quién querría comerciar con un narcótico que no genera clientes cautivos? Pensando como vendedor de drogas, ¿qué beneficio puedo obtener en ofrecer un producto que nunca volverán a comprarme? Ninguno. Eventualmente los compradores se acabarían. Tal vez aquellos que pierdan su pieza vuelvan para comprar otra, pero sigue sin ser un negocio redituable.
Otra cosa muy importante que debo averiguar y sobre lo que nada he leído en ninguna parte, es sobre su origen, su verdadera naturaleza, sus componentes químicos. Nadie ha hablado sobre qué cosa es o cómo se produce. Tampoco sobre sus consecuencias a la salud, pues como toda droga, algún daño debe de hacer.
Sin duda alguna, me espera una interesante aventura.


12 de mayo.- En nuestra ciudad no hay manera de conseguir diamante. Lo sé porque un distribuidor de drogas me lo ha dicho. Mario, mejor conocido como DJ Tacha por la comunidad universitaria, fue lógicamente mi punto de partida. El tipo es una enciclopedia sobre el universo de los enervantes. 
Mario es, como menos, quien provee de estupefacientes a toda la comunidad estudiantil de la universidad y no dudo que su cartera de clientes abarque otros centros educativos y una gran cantidad de personas no estudiantes. Su catálogo se compone principalmente de productos químicos, donde destacan lógicamente las tachas, el LSD y la cocaína. A veces también vende marihuana y hongos.
DJ Tacha es el típico tipo extrovertido y algo excéntrico que miras en todas las fiestas; es de hecho, el alma de éstas en más de un sentido, pues además de poner la música provee otro tipo de diversión. Se trata también de alguien muy inteligente e ilustrado. Es de hecho uno de los primeros en su clase. Convenientemente estudia para químico farmacéutico, por lo que no sólo distribuye, sino que elabora algunos de sus productos. Irónicamente él mismo no consume drogas, tampoco bebe o fuma; es de hecho la salud en persona, obsesionado con el jogging, el muay thai y las pesas. Su manera de vestir, algo estrafalaria y su corte de pelo lo hacen ver rudo, sin embargo no luce tatuajes o perforaciones. Una contradicción andante.
Pero Mario tiene también un lado oscuro. A pesar de ser intelectual, amigable y gracioso, también puede llegar a ser violento. Muy violento. De hecho, sospecho que tiene un tornillo flojo por algún lado. No tolera se metan con él o sus amigos y no duda en aplicar sus habilidades en artes marciales. Es de hecho muy protector con sus allegados. Lo he visto dando salvajes palizas a quien comete el error de intentar timarlo o agreden a uno de sus camaradas. Se sabe que se codea con gente peligrosa, altos mandos de la mafia local, y que ha estado involucrado en asuntos muy serios. Se dice que ha matado, aunque nunca he tenido el nervio de preguntarle si es cierto.
Mario conoce a infinidad de personas, pero él mismo afirma que amigos de verdad tiene muy pocos y en más de una ocasión me ha  dicho que yo estoy entre ellos. Verdad o mentira, me da igual. Lo considero alguien interesante y admiro sus cualidades, pero no es el tipo de persona con la quiero me relacionen ni me interesa tener cerca. Mis padres una vez me vieron caminando con él por la calle y tardé mucho en convencerlos de que no estoy metido en problemas.
Sin embargo, para mi sorpresa, Mario no sabía mucho más que yo sobre el diamante, excepto por un par de datos. La razón por la cual nadie se pone de acuerdo en si se trata de un alucinógeno, estimulante o depresor, es porque sus efectos varían de persona en persona. Un elemento fantástico más a la lista.
–Hay una droga para cada persona –dijo Mario– Depende de tu personalidad. Dime con qué te drogas y te diré quién eres. En realidad, todas las drogas funcionan así, tienen un efecto distinto en cada persona.
Mientras hablaba, preparaba sobrecitos de plástico con pequeñas dosis de cocaína; se alistaba para la venta del día.
–Es mucho muy complejo –continuó hablando –Pero si tuviera que sintetizarlo diría que la gente de acción prefiere los estimulantes. Aquellos que son más pensantes o creativos, recurren con más frecuencia a los alucinógenos. Y los represores, sin duda, serían la opción de las personas evasivas, los que simplemente no quieren estar aquí. Supuestamente esta droga, el misterioso diamante, es para todos ellos. El efecto que buscas, es el que te causa.
–¿Crees que pueda existir una droga así, con esas propiedades y que además sea perpetua? –le pregunté.
–No. Sería el fin del mundo. Sería la droga perfecta para el adicto perfecto y el fin del negocio. Es una fantasía.
Mario también desconoce la naturaleza física del diamante, no tiene idea sobre qué es exactamente en términos químicos. Pero me ofreció una teoría muy interesante: El diamante existe, de eso no tiene duda, pero no es la piedra mágica de la que todos hablan. Se trata, seguramente, de una nueva droga a punto de salir o que apenas se abre paso en las calles; tal vez una nueva especie de metanfetamina de cristal o algo por el estilo, teoriza. Y las historias que circulan en torno suyo no son más que una ingeniosa campaña publicitaria para estimular al mercado.
–Sea lo que sea –dijo– cuando llegue a esta ciudad, créeme, yo seré de los primeros en saberlo.
Yo espero enterarme justo después de él. Será estratégico mantenerme cerca de este individuo en las próximas semanas. 


10 de junio.- Por algunas semanas mi investigación se estancó e incluso consideré seriamente abandonarla. Además he conseguido trabajo en un periódico local, cubriendo la nota cultural, lo que me ha mantenido ocupado. Sin embargo, tras lo ocurrido durante el último mes, hoy más que nunca sé que elegí correctamente el tema de mi tesis. Mi profesor tenía razón, tengo olfato para la noticia, aunque suene arrogante de mi parte decirlo.
El diamante ha dejado de ser un tema de bajo perfil en la Deep Web para convertirse en algo del dominio público en Internet, las redes sociales e incluso en algunos medios de comunicación más formales como portales web de periódicos y diarios impresos. Sin bien es cierto que ninguno de esos medios son de renombre, o siquiera serios, sino sensacionalistas, no puede negarse que la misteriosa droga está adquiriendo presencia.
Se distribuye presuntamente en áreas de Europa oriental y oeste de Asia. En países como Rusia, Ucrania, Estonia, Rumania, Uzbekistán, Turkmenistán, por mencionar solo algunos. Se habla de casos aislados en Finlandia, Turquía y Polonia. O al menos son las noticias que he logrado reunir tras pasar la noche en vela navegando en internet. Considero que esto habla de un radio de distribución que van en aumento.
Pero lo más importante de todo, el principal motivo que me hizo retomar mi investigación, fue que al fin pude ver una fotografía del diamante. ¡Existe! Tal vez no con todas sus presuntas propiedades, pero existe físicamente después de todo. Y sí, en efecto, parece un diamante en forma de gota, con la superficie tallada en numerosas caras. Lo único que lo diferencia de la joya es que no brilla.
Sin embargo, hay algo curioso sobre lo que no había leído antes; en el centro de aquella roca semitransparente parece advertirse un punto rojo. Aunque distorsionado y opaco por efecto de la materia cristalina que lo rodea, aquel núcleo escarlata perece tener la misma forma que la roca que lo contiene; una gota dentro de otra gota. Recordaba vagamente a un ojo.
Hasta hoy nadie ha desmentido ninguno de sus atributos fantásticos, al contrario, las múltiples historias de usuarios los han confirmado. Tiene un efecto superior a la cocaína más pura y produce un viaje más fabuloso que la marihuana más potente. Es más poderoso que el LSD y mil veces más placentero que la heroína. La historia varía de persona en persona. Se le compara con cientos de drogas, pero todos coinciden en lo mismo. Es mucho mejor
Pero hay más. Independientemente de la droga que emule, el diamante tiene dos efectos propios. Uno de ellos es la hipersensibilización de los cinco sentidos, más allá de cualquier otra droga conocida. No se trata de una distorsión de la realidad o de la percepción, como lo hacen muchas sustancias, sino de una auténtica, física, agudización de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
–Imagina que ves claramente los cráteres de la luna o la superficie apanalada de los ojos de una mosca en movimiento –relató alguien en su blog –Imagina que escuchas cómo hacen el amor en un hotel a cinco calles de distancia; imagina que percibes el miedo o el deseo en el aroma de una persona que ni siquiera está en la misma habitación; imagina que sabes cada uno de los ingredientes de todo lo que comes; imagina que tienes un orgasmo con sólo tocar la piel de una mujer. Imagina un orgasmo que no tiene que acabar si tú no quieres.
Asumo que el escritor se tomó algunas licencias románticas en su descripción o tal vez estaba influenciado aún por los efectos del diamante, pero queda claro que lo que sea que haya sentido va más allá de lo antes experimentado con otros enervantes. La persona en cuestión deja ver en su blog una clara afición a las drogas y su predilección por los estimulantes.
La otra característica propia del diamante y la más comentada es la inducción de sueños placenteros. Todos coinciden en que, una vez finalizado el viaje narcótico, el deleite continúa en el plano onírico. Algunos incluso afirman que esto es aún mejor.
De acuerdo a lo que he leído, no se trata solamente de sueños agradables, sino de un auténtico vistazo a una realidad alterna. Una excursión a un universo paralelo. Algunos afirman haber visitado lugares que siempre quisieron conocer, al otro lado del mundo o incluso fuera de éste; otros presumen haber realizado exitosas empresas y proyectos a los que nunca tuvieron tiempo que dedicar, o tenido sexo con personas que siempre han deseado, pero que están fuera de su alcance ya sea porque son casadas, famosas, porque viven en otra parte, porque están muertas… o por todo lo anterior mencionado.
Si bien algunos medios han bautizado al diamante como “La droga de los sueños”, la característica más resaltada por la mayoría, desde luego, es su perpetuidad. Los encabezados más recurrentes en los sitios web sensacionalistas son: “La droga infinita” o “La droga que nunca termina”. Aquellos que poseen una pieza aseguran que, en efecto, ésta no pierde sus propiedades y no he podido encontrar nada que refute esta versión.
Tengo que reconocer que estoy comenzando a creer que todo es cierto.


Junio 18.- El diamante parece propagarse de forma exponencial. Ha trascurrido una semana desde mi último apunte y ya se habla de usuarios en todo el globo. Si bien he leído sobre personas en el país que ya la poseen, a mi ciudad no ha llegado aún, pero sin duda es cuestión de tiempo.
Recibe ya varios nombres que varían de acuerdo al país. Hielo, dulce y sueño son algunos de los más populares, particularmente en inglés, aunque diamante sigue siendo el principal. Hay dos que han llamado mi atención: Piedra filosofal y Lágrima del Diablo. Trabajo ya en la elaboración de una lista con todos los nombres con los que se le conoce.

Comienza a correr otro inquietante rumor: diamante no tiene consecuencias para la salud. Al menos no inmediatas como cabría esperar de tan poderoso enervante. Según he leído, a diferencia de otras drogas, el uso del diamante no produce deterioro físico o siquiera  resaca, sino todo lo contrario, el sueño es más reparador que nunca.
La noticia ha logrado colarse en algunos periódicos serios, pero siempre desde el enfoque de autoridades que desestiman la existencia de la droga. Me parece difícil de creer que a estas alturas no haya alguien en algún lugar del mundo que se tome el asunto con seriedad. Teorizo que es precisamente el velo mítico en torno al diamante lo que ha hecho descartar un estudio sobre el asunto.
Durante estos días me he dedicado a entrevistar a diversos personajes públicos de la ciudad como el titular de Salud, el Jefe de la Policía y una serie de académicos y sociólogos para recabar sus impresiones sobre el asunto. Ninguno ha aportado nada a mi investigación, la mayoría se limitó a rechazar que tal droga pueda existir y sólo algunos cuantos accedieron a ofrecerme alguna opinión sobre las consecuencias sociales en el hipotético caso de que fuera real. Nada de valor, mera rutina periodística. Es necesario contar con la voz de autoridades en el tema.
Sin embargo, hubo un comentario que me llamó poderosamente la atención. Provino del editor de un sitio web sobre filosofía llamado La Linterna, en alusión al filósofo griego de la escuela cínica Diógenes. La identidad del editor debo guardarla en el anonimato, pero puedo referirme a él como Max.
–Sería una estocada mortal a la sociedad –dijo Max, un hombre de avanzada edad y aspecto de hippie. –Destruiría más de un engrane en el delicado motor de la civilización como la conocemos. Es una farsa que las drogas sea un problema de salud mundial. Una hipocresía. Dan de comer a millones de personas. Si el mercado cayera, la economía global lo resentiría. Además, las adicciones son costosas por una buena razón, si eso se perdiera, el camino hacia el noveno círculo estaría libre de obstáculos. Pero lo más diabólico sería que tal droga no deteriorase la salud humana. Estaríamos hablando ni más ni menos que del fin de los tiempos. Sería otorgarle al ser humano la libertad de caer rendido de rodillas ante el padre de todos los vicios: el ocio.
Cabe mencionar que mientras así hablaba, el anciano hombre fumaba un cigarrillo de mariguana y yo hacía un gran esfuerzo por no respirar del pestilente humo.
–Pero todo esto no es más que una fantasía –continuó el hombre, mostrando una amarillenta y corroída dentadura mientras sonreía. –Un imposible. Y la prueba está en los sueños. Lo de los sueños es mi parte favorita. Prueban de todo esto es una farsa por un hecho muy simple: la realidad nunca es tan romántica. Y sabes por qué lo digo. Porque el ocio y los sueños siempre han sido amantes.


Junio 20.- Son casi las cinco de la madrugada. He pasado la noche entera leyendo anécdotas sobre el diamante. No sobre cómo emula a otras drogas, sino sobre sus efectos propios. Podría decirse que tengo sentimientos encontrados al respecto. Una parte de mí, la parte racional tal vez, me dice que todos aquellos relatos no son más que desvaríos de mentes alteradas, influenciadas por una creencia que se ha vuelto popular, una especie de moda. El mito sobre el diamante, tal vez creado como campaña publicitaria como dijo Mario, ha crecido de manera descontrolada. O tal vez no. Tal vez siempre estuvo planeado que ocurriera lo que ocurre ahora. Muchas de las historias podrían ser contadas por simples mentirosos que buscan atención, o tal vez realmente lo creen. Podría tratarse de una especie de sugestión colectiva de alcance global.
Existen mil maneras de explicar el fenómeno de manera racional y sin embargo, no puedo dejar de pensar en lo fantástico que sería sentir tan sólo la mitad de todo lo que se dice sobre el diamante. Los sentidos sensoriales convertidos en superpoderes, y los sueños transformados en viajes a mundos paralelos. ¿Acaso no suena genial?
Sobre todo los sueños. Eso es lo que más me llama la atención. Leí de un tipo que asegura realizar viajes astrales todas las noches gracias a diamante y recorrer desde las profundidades el océano hasta otros planetas y más allá de nuestra galaxia. Leí de otro que sostiene haber construido por sí mismo una grandiosa ciudad en lo alto del Everest, la cual es habitada por seres alados brotados de su propia imaginación. Hay otro que dice convertirse en hombre lobo y recorrer los bosques nocturnos a cuatro patas. Aves, felinos, peces y equinos son curiosamente muy recurrentes. Hay quienes sueñan con ser gigantes y otros con ser seres diminutos. Hay quienes vuelan y quienes sólo se conforman con recorrer el mundo en largos y elevados saltos.
No recuerdo la última vez que soñé algo así y mucho menos imagino lo que sería soñarlo con el hiperrealismo del diamante. Imagino que debe ser algo parecido a la realidad virtual, pero mucho mejor.
Por supuesto, no todos los sueños son tan románticos e inocentes. Sobran los que sólo sueñan con ser millonarios y poderosos, pero sobre todo abundan los que no pueden soñar con otra cosa que no sea sexo. El diamante parece ser un milagro para los feos, los deformes, los tímidos, los homosexuales reprimidos; pero también para los pervertidos, los pedófilos, los asesinos. Soñar no es ilegal. Tampoco es pecado.
¿Con qué soñaría yo?
No puedo dejar de pensarlo.
Yo no uso drogas. Nunca han sido lo mío. Sólo una vez probé la marihuana y el resultado no fue muy agradable que digamos. Pensé que iba a morir. Todos se rieron. No me gusta recordarlo.
¿Qué efecto produciría en mí el diamante, si no soy adicto a ninguna droga? ¿Disfrutaría tan solo de sus propiedades particulares?
Tal vez…
  

Junio 26.- El sueño terminó. El misterio del diamante ha sido resuelto. Resulta que autoridades mundiales de salud han emitido un alerta contra una nueva droga de origen sintético que causa serios daños al tejido cerebral. Se trata de una sustancia parecida a la metanfetamina de cristal, pero con efectos nocivos aún peores. Tengo que reconocer que desee que el conductor del noticiero no lo dijera, pero lo dijo:
–La droga, conocida por los jóvenes como diamante, habría sido inspiración para una serie de leyendas urbanas en internet. Algunos atribuían a la sustancia propiedades mágicas y se dice que era utilizada para ritos satánicos.
No pude evitar reír ante aquella afirmación. Pero en el fondo, lo que más sentía, era decepción. Decepción de no haber sido yo quien desentrañara el misterio y tal vez decepción de que no existieran en el mundo objetos mágicos que violaran las leyes de la realidad.
El noticiero mostró algunas imágenes de la familiar gota de cristal con un núcleo rojo; muchas de ellas ya las había visto, pero otras no. Resulta que hay piezas sin su característico centro escarlata.  
Tomé nota de ciertos detalles del reportaje para mi investigación como por ejemplo los componentes químicos que la componían y el supuesto lugar de origen. La droga presuntamente se creó en un laboratorio en algún lugar de la frontera entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Se administra por la vía oral o intranasal, es decir, se muele en fino polvo y se inhala. También puede fumarse, inyectarse o simplemente diluirse en agua o licor. Esto influye mucho en la intensidad de sus efectos, que si bien son esencialmente los de un estimulante, en algunos casos puede producir una sensación relajante.  Tal vez esto dio origen al mito de que eran muchas drogas en una. Se sabe que los efectos duran alrededor de dos horas y media.
Honestamente ya no tengo mucho ánimo de continuar con este proyecto de tesis, pero ya he perdido demasiado tiempo como para buscar otro tema. Además tengo infinidad de apuntes y material. Seguiré adelante. No deja de ser interesante de todos modos la manera en que el diamante nos engañó a muchos.  


Julio 14.- El diamante está en la ciudad. Me habló Mario para darme la noticia. Y me dijo algo más: no es lo que dicen en la televisión, la droga de los sueños existe. Acudí de inmediato a su departamento.
–Es una imitación. –me dijo Mario. Usaba bata de médico y protectores oculares: En su departamento había montado un pequeño laboratorio y al parecer realizaba experimentos. –El diamante de la televisión es falso. Alguien desarrolló una especie de metanfetamina de cristal y le dio la forma de gota. Tal vez querían aprovechar la fama del diamante o tal vez otra cosa.
Apenas asimilaba yo esta noticia, cuando Mario, en un acto que me robó el aliento, colocó sobre mi mano una pequeña piedra. Ahí estaba. El momento que jamás pensé fuera ocurrir, ocurrió. Sobre la palma de mano tenía un ejemplar del diamante.
¿Alguna vez se han topado con alguna celebridad y han pensado que es más pequeña de lo que pensaban? Algo así me sucedió. Mide exactamente 2.541 centímetros, por 1.618 en parte más ancha. Era como una lágrima congelada en cuyo centro guardaba un corazón.
–El centro rojo. Así la distingues de la real –dijo Mario. –Hace ya algunas semanas que me hicieron llegar cajas con la piedra real. No te lo dije porque se nos pidió guardar el secreto y podía ser arriesgado para los dos si decías algo. Pero mañana inicia la distribución, así que ya no hay problema. Si te sirve de consuelo, sigues siendo el primero en saberlo.
–¿Cómo supiste que la otra es una imitación? –pregunté.
–En primer lugar, porque me lo dijeron. Y en segundo, porque la analicé y no tiene nada que ver con la original. La falsa la conseguí por otra parte. No la puedo vender.
–¿Y cuál es la diferencia con la original?–. Mientras hacía las preguntas, no podía apartar la vista de la pequeña roca sobre mi mano. –La diferencia, química, quiero decir.
–Eso, mi hermano, es lo más extraño del caso. No tengo ni puta idea. No es nada que yo conozca. Ni siquiera conseguí trozarla. No será diamante verdadero, pero es igual de duro. Quise ver cómo reaccionaba con algunos ácidos, pero no obtuve nada.
–¿Y eso qué significa?
–Significa que esto es obra del puto diablo, o tal vez viene el espacio. Qué sé yo. Pero el caso es que no es nada que hayamos visto antes.
–¿La has probado?
–Claro que no. No uso drogas. Además, tendría que estar idiota para meterme algo que no sé qué es.
–¿Tienes alguna idea sobre su origen, quién la creó?
Mario me observó en silencio durante un momento. Me dijo que, si bien aquella era información que no podía revelar, me lo contaría porque necesitaba contárselo a alguien y no confiaba en nadie más. Me hizo prometerle que no lo incluiría en la tesis ni hablaría de esto con nadie. Accedí. Necesitaba saber.
No me dijo quién creó el diamante, pero sí quién la trajo a la ciudad. Se trata de un pequeño grupo de gente extraña. Extranjeros. Un par de ellos, un hombre y una mujer, fueron a su departamento para llevarle la mercancía y dijo que no le había gustado nada tratar con ellos. Se dirigieron a él en perfecto castellano, aunque con acento raro, y a veces hablaban entre ellos en un idioma que no pudo identificar. Sus rasgos étnicos le recordaron mucho a los gitanos; de piel morena y ojos verdes como esmeralda. Usaban ropa oscura y ostentaban extraños tatuajes.
Me explicó que la gente grande de la mafia local, que a su vez obedecían órdenes de más arriba, le habían llamado antes para ponerlo al tanto del arribo de estas personas a la ciudad. Son catorce de ellos en total; siete mujeres y siete hombres. La instrucción era dejarlos operar, no molestarlos, defenderlos si era necesario, y en su momento, hacer lo que pedían. Lo mismo para todos los distribuidores de la ciudad.
Había algo más. Los gitanos (por referirme a ellos de alguna forma) eran religiosos o algo por el estilo y demandaban que los distribuidores acudieran a ellos en grupos de siete para una ceremonia de iniciación que presuntamente los prepararía para la venta del narcótico. Una especie de ritual para la buena suerte. Esta noche, me dijo Mario, era su turno y se sentía muy incómodo al respecto. En este preciso momento, mientras escribo esto, él debe estar ahí con ellos haciendo el presunto ritual. Los gitanos se hospedan en una antigua casa en la parte vieja de la ciudad. Un barrio muy tenebroso y solitario.
Mario me dijo que no quería ir, me confesó incluso que le daba algo de miedo,  pero estaba obligado. La gente grande de la mafia tenía mucho interés en aquel negocio y la paga además sería buena.
Por cierto, finalmente sé qué precio tiene el diamante en las calles. Sin duda, la droga más cara del mercado, pero no lejos del bolsillo de nadie. Y si lo que se dice sobre su perpetuidad es cierto, es todo una ganga.
Le pedí Mario que me vendiera una pieza de diamante. Le expliqué que era para mi investigación y le prometí que no subiría fotos a internet ni nada por el estilo que lo metiera en problemas. Al principio se negó, pero tras larga insistencia de mi parte finalmente accedió. Me entregó la piedra mirándome con suspicacia.
–¿No lo piensas hacer, verdad?
–No.
–Eso espero. Porque no me da buena espina. 


Julio 15.- Fue maravilloso. Todo es cierto.
He despertado un poco antes de que sonara el despertador y me siento estupendamente. No tengo sueño y sí muchas ganas de trabajar. Hoy tengo que cubrir como reportero una feria del libro que inicia al medio día, así que tengo tiempo de sobra para trabajar en mi tesis.
Tengo que decir en primer lugar que el mito sobre la manera de consumir el diamante está plenamente confirmado. Tan solo lo introduje un mi boca y lo pasé por la lengua un par de minutos como se hace con una pastilla de dulce. Tiene un sabor ácido, lo que significa que hay un componente químico en acción. Es extraño que Mario no lo haya descubierto.
Tengo una teoría. Creo que la verdadera droga que uno consume al chupar el diamante, es la propia saliva. De alguna manera, al entrar en contacto con la piedra, ésta adquiere las propiedades psicotrópicas que inducen los efectos conocidos. Creo que esta sustancia estimula cierta información de la mente, incluso del subconsciente y deriva en la realización, al menos psicológica, de los anhelos. Es por eso que cada quien disfruta de su droga favorita, pues el recuerdo del efecto que ésta ocasiona, que habita en la mente, es estimulado sobremanera.
Como yo no soy adicto a droga alguna, no sentí el efecto de ninguna de ellas. Pero sí disfruté en cambio de la gran fiesta de los sentidos sobre la cual ya elaboraré más tarde mi relato con lujo de detalles y lo compartiré de manera anónima en internet. No sé si lo que vi, escuché, olí, probé y sentí sea cierto u obra de mi imaginación alterada. Ya investigaré.
También desarrollaré más a fondo mi teoría de la saliva. Creo que tengo razón en ella. No por nada el diamante es conocido también como la Piedra Filosofal, en alusión a la sustancia alquímica que tiene la facultad de transformar el metal en oro.
Apenas tenga oportunidad llevaré la pieza de diamante a mi profesor y asesor en la tesis. Tal vez él pueda lograr que la universidad realice un análisis serio sobre los componentes de la sustancia. Y yo debo apurar el paso en finalizar la tesis. Tal vez incluso deba realizar cuanto antes un reportaje; sin duda se publicaría en el periódico con un promocional en la portada. El mundo debe saber que sí existe un objeto mágico y que diamante no es esa estúpida droga de la que hablan en la tele.
Tal vez mi sueño se haga realidad. No es tan absurdo si se piensa bien.
Soñé que ganaba el Pulitzer; que daba un gran discurso al recibir el premio; que la gente aplaudía de pie. Soñé muchas más cosas maravillosas sobre las que también ahondaré más adelante.
Basta decir que hoy desperté suspirando. Casi enamorado.
No puedo esperar a que sea de noche otra vez.


Julio 18.- He decidido no acudir al profesor. No hacer público mi descubrimiento. Al menos no de momento.


Octubre 1.- Eran las dos de la mañana cuando Mario llamó a la puerta de mi casa. Gracias a la ubicación de mi habitación y que aún estaba despierto, fui el único en escucharlo y mis padres no se enteraron de nada.
Llovía y Mario estaba empapado de pies a cabeza. Lucía además demacrado, ojeroso y asustado. Me pidió (me suplicó, mejor dicho) que le diera hospedaje en mi casa, a lo que respondí rotundamente que no. Sé que él me considera su amigo y eso siempre lo he valorado, pero no deja de ser un delincuente y bajo ninguna circunstancia pondría a mi familia bajo ese riesgo.
Fui honesto con él al darle mis razones para negarle la ayuda y él, humilde como siempre, me dijo que lo entendía. Lo invité en cambio a pasar y esperar que terminara la lluvia. Tomamos asiento en la mesa de la cocina y tomamos un par de cervezas.
Me explicó que había salido de su departamento de prisa y no llevaba dinero con él para alquilar un cuarto de hotel. Dijo que su plan era irse cuanto antes de la ciudad. Que su vida estaba en peligro. Cuando dijo eso me arrepentí de haberle invitado a pasar, pero ya era demasiado tarde.
–¿Usas el diamante? –preguntó y no me atreví a mentir.
–Sí.
–No lo hagas. Hay algo muy grueso detrás. Algo horrible.
Es curioso, pero apenas dijo eso sentí un extraño sentimiento de odio hacia él. Como si estuviera injuriando a una persona de íntegra reputación y grandes virtudes. Creo que él notó esto en mi rostro, pues una sonrisa irónica se formó en sus labios.
–¿Sabías que cura enfermedades? –dijo él. No pude evitar reír y él me acompañó en mi risa. –Es verdad, por ridículo que suene. Cura la artritis, las reumas, la migraña, es una puta maravilla de analgésico. Cura todos los males, al menos mientras la usas.
Lamento no haber tenido mi grabadora a la mano en ese momento, pues lo que Mario dijo es invaluable. Sin embargo, me impactó tanto su relato que recuerdo casi palabra por palabra todo lo que me contó. He aquí la transcripción, palabras más, palabras menos: 
»¿Sabes qué más hace el diamante? Hace milagros. Hace que los ciegos vean, que los sordos escuchen, que los parapléjicos corren de nuevo… en sus sueños.
»¿Tú crees que solamente los drogadictos compran esto? No. ¿Crees que vienen y me compran una sola pieza? Sí, al principio. Luego vuelven por cinco más, por quince, por veinte. Son para sus padres, para sus abuelos, para su pareja, para sus hijos.
»Una vez hablé con la gente grande, los jefes tú sabes. Les dije que la mugrosa piedra se vendía como pan caliente ahora, pero que pronto todo el mundo tendría la suya y se acabaría el negocio. Ya nadie compraría nada. Tengo meses que no vendo un pase de cocaína o un gramo de marihuana, sabes. Quise hacerles ver el peligro, pero no me escucharon. No sé si porqué los ciega la ambición, si porque no creen que la cosa esta es mágica o por alguna otra razón que escapa a mi comprensión.
»Lo que más me enferma es el silencio. De pronto ya nadie habla de ello, como si no estuviera pasando; como si la gente tuviera miedo de que su cochina droga desaparezca si lo hacen. Alguien me dijo una vez que el diamante es como un objeto robado de los sueños. ¿Te ha pasado que sueñas con algo y lo abrazas con todas tus fuerzas esperando que al despertar lo lleves contigo?
»Nos están jodiendo, sabes. Como a los chinos con el opio. Nadie lo quiere ver. ¿Has visto las noticias últimamente?, ¿no te has dado cuenta de que el mundo está apagado?, ¿de que pasan menos cosas? Por supuesto que no, tú también estás dormido. ¿Has terminado tu tesis? Apuesto a que no. Como tú conozco a muchos que han abandonado sus ambiciones, que las han cambiado por sueños… que se conforman.
»Los gitanos… los putos gitanos… No son gitanos, sabes; ahora sé que no son gitanos, sino otra cosa, pero me da lo mismo. Ellos son la causa de todo. Nunca te platiqué lo que pasó aquella noche, cuando nos bendijeron para vender su producto. Fue un puto ritual satánico, eso es lo que fue. Ropa negra, máscaras, una puta estrella en el suelo, cuchillos, sangre, una orgía; ese tipo de cosas, tu sabes. Al final nos ungieron con algo que olía a mierda y orines. Ahora son sirvientes de Belfegor, nos dijeron.
»Desde entonces, cajas y cajas de la cochina droga aparecen de la nada. Jamás me he enterado de algún cargamento que arribe a la ciudad. Sabía que los gitanos, de alguna manera, la producían en aquella casa donde están. Quise averiguar cómo; tenía que saber de dónde lo sacan y qué carajos es.
»Secuestré a uno de ellos. Esta misma noche. Quise obligarlo a que me dijera todo lo que sabía, pero no fue fácil. Lo molí a golpes, pero el hijo de puta nunca dejó de sonreír. Le tumbé los dientes; le corté los diez putos dedos de las manos; ni una palabra. Le molí los huevos con un martillo y el cabrón no dejaba de mirarme, siempre con una sonrisa en los labios.
»Cuando finalmente me di por vencido y me dispuse a volarle la cabeza, el hijo de puta habló. No para salvar la vida, su cuerpo estaba más allá de eso; habló porque siempre tuvo la intención de hablar, porque quería que yo supiera.
»Es la sangre de Belfegor. Esa gota roja en el centro. Y su divino semen es la sustancia petrificada que la recubre. ¿Te metes esa cosa en la boca, verdad?
»Me dijo también que algo grande se avecina. Un primer golpe. Y eso no es más que sólo el principio. El principio del fin. Belfegor, sea quien sea, sólo prepara el terreno para la venida de su amo.
»Hubiera querido dejarlo sufrir, si es que acaso sufría, pero le disparé en la cabeza para hacerlo callar. Entonces comenzó a reír. Era una risa demencial, histérica, burlona. Le disparé tres veces más hasta hacer añicos su cráneo. Pero la risa no se detuvo. Hui del departamento sin siquiera cerrar la puerta.
Cuando Mario terminó de hablar, siguió un largo silencio. Mi mente estaba trabada, no se me ocurrió nada que decir al respecto. Finalmente él volvió a insistir en que le diera cobijo en mi casa, al menos por esa noche y me pidió que le prestara dinero. Le dije que no y le pedí que se marchara. Me suplicó que al menos le prestara un cuchillo de la cocina, pues al huir de su departamento había tirado su pistola y ahora no tenía con qué defenderse. Me negué.
A la luz del día, varias horas después de lo sucedido, no puedo evitar sentir un poco de remordimiento. Pero creo que actué de la manera correcta. Si lo que dijo sobre el secuestro y el asesinato era cierto, Mario me estaba poniendo en peligro a mí y a toda mi familia. Si no le di dinero, es porque no quería dejarlo solo mientras venía a buscarlo a mi habitación y si no le presté el cuchillo es porque temí que me atacara con él. Claramente estaba muy perturbado.
Además, francamente no sé si creerle. Tal vez todo lo que contó no es más que una versión distorsionada de los hechos o una simple historia para convencerme de ayudarlo. Lo único que me queda claro es que estaba metido en un lio gordo y él está involucrado con gente muy peligrosa. Sí, creo que hice lo correcto.
Pero hay algo que me carcome. Si Mario hubiera tenido la intención de hacerme daño, creo que fácilmente pudo haberlo hecho. Pudo haberme obligado a cumplir sus demandas, pero no lo hizo. Siempre fue respetuoso conmigo, siempre me consideró su amigo. Y sí, cuando me despedí de él, cuando le cerré la puerta en la cara, había tristeza en sus ojos, dolor, decepción.
Espero jamás volver a verlo.      


Octubre 13.- Hoy me enteré de que Mario murió. Ocurrió hace ya varios días, pero últimamente no me entero de nada; veo muy poco las noticias. Desde que fui despedido de mi trabajo, dedico el día entero a los placenteros sueños del diamante. No puedo negar que se trata de una sería adicción.
Según la nota periodística, un joven estudiante de química fue encontrado muerto en su departamento; la causa de defunción, una sobredosis de heroína.
La noticia me produjo cierta consternación, pero no por la muerte de Mario en sí, sino por lo que ésta implicaba: no conozco a ningún otro distribuidor de drogas y si por alguna razón llegase a perder mi pieza de diamante, ya no podrá conseguir otra.


Octubre 31.- Son poco más de las 3:30 de la madrugada y mi cuerpo entero tiembla. Tuve un sueño espantoso, sin duda la peor experiencia de mi vida. Mi corazón aún late con fuerza.
Un rostro horrible, monstruoso, diabólico, se reía a carcajadas de mí. Me señalaba con un dedo largo y deforme en señal de burla y me miraba, no sólo con malicia, pero también con desprecio, casi odio. Así comenzó la pesadilla. Lo que siguió a continuación no me atrevo a describirlo, no quiero evocarlo. El extraordinario hiperrealismo del diamante me ha mostrado su lado oscuro. Tengo miedo de volver a cerrar los ojos.

1:46 PM.- No pude conciliar el sueño sino hasta entrada la mañana, casi a las 10:00. Pero sólo para continuar la terrible pesadilla precisamente donde me había quedado. Apenas pude descansar.


Noviembre 1, 10:53 AM.- Lo que temí durante todo el día de ayer, ocurrió. Si bien no me atreví a usar el diamante durante la tarde, no pude controlar mi ansia de hacerlo en la noche. Sus efectos fueron tan agradables como siempre, pero al quedar dormido, el diabólico rostro burlón volvió a acosarme de nuevo y como si no fuera suficiente castigo su sola presencia, la pesadilla que siguió a continuación superó en horrores a la de la noche anterior y peor aún, esta vez no pude escapar. Esta vez tuve que verlo y sentirlo todo y no pude despertar sino hasta que él me lo permitió. Sí, él. El monstruo que me señala con el dedo, ya sea para mofarse o para acusarme. Él es el responsable; es él quien me arrastra a ese sitio terrible con el que yo jamás pedí soñar; ese sitio que no atrevo a describir, pero que estoy seguro se trata del mismísimo infierno.
No volveré a usar el diamante.

5:21 PM.- No soy el único. Internet está poblado de anécdotas similares a la mía. Todos hablan del rostro maldito, del demonio burlón, de las pesadillas infernales.
Tengo miedo.


Noviembre 2, 11:07 AM.- No pude evitarlo. El ansia fue mucha. Comencé a sudar frío y mis manos a temblar. El diamante se ha vuelto una necesidad física. Sufrí los horrores de nuevo y esta vez fueron peores si acaso se puede.

9:12 PM.- Tengo miedo. Mucho miedo. Todo el día he leído historias inquietantes de gente al otro lado del mundo y he buscado obsesivamente la manera de refutarlas. Alguien que diga que todo se trata de una gran broma. Pero ha sido en vano, todo el mundo está igual de espantado que yo.
Cientos, tal vez miles, se han quedado sordos de buenas a primeras. Nadie lo ha relacionado directamente este fenómeno con el diamante, pero todos sabemos la verdad.

Noviembre 3.- No sirvió de nada hacer un esfuerzo sobrehumano y abstenerme de usar el diamante, el horror volvió y mucho peor.     

Noviembre, 14.- Belfegor. Baal-peor. Uno de los siete príncipes del infierno; el señor de la pereza. Mario tenía razón.
Nadie lo ha dicho aún. Nadie ha hecho la conexión. Tal vez tenga tiempo aún de escribir un reportaje y enviarlo a mi antiguo periódico. Tal vez. Pero no creo que a nadie le interese. El mundo entero gira en torno a los millones de personas que han perdido su capacidad de oír, oler, probar, ver y sentir. No es un secreto ya que el diamante es el responsable. Yo mismo he perdido el oído y el olfato. Sospecho que es cuestión de días antes de perder lo demás.  
Escribo esto aprovechando un breve momento de resignación. Lo más parecido a la paz que he sentido en estas últimas semanas. Sé que no durará mucho. Mis padres, infectados de la locura, están afuera buscando ayuda desesperados. Mi padre ya no escucha y mi madre no tarda en sentir los efectos. No me sorprendió tanto descubrir que ellos también habían caído secretamente en los encantos del diamante y ni siquiera me molesté en preguntarles cómo lo consiguieron. Ya nada me sorprende desde que fui a casa de mi profesor y descubrí que ya estaba ciego.
Jamás pensé que llegaría a usar cocaína, pero es la mejor manera de mantenerme despierto. Los sueños infernales han demostrado no tener límite en su crueldad y realismo. Sin embargo, con cocaína o no, mi cuerpo reciente y mucho cuatro días completos sin descanso. No creo poder aguantar más.
Me queda claro que el suicidio no es una alternativa, sino una puerta que sólo puede conducir a algo mucho peor. A algo perpetuo como el diamante. No, no tengo opción, debo sufrir a plenitud las consecuencias de mis actos y omisiones. No hay escape.

¿Qué pasará cuando todo se apague y no quede más que mi conciencia a oscuras, a merced de las pesadillas? Para mi desgracia, esta última pregunta en el misterio del diamante, también me será respondida. 

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